Letícia Ramos: todo parece muy imposible

Editorial

Todo comienza con algo que hemos creído ver. La búsqueda de alguna certeza en el mundo que nos rodea y que nos explique una razón de la existencia humana, ya sea en el pasado o en el futuro, aunque sea únicamente la de ser testigos. Dado que lo creemos —creemos que la hemos visto— la imagen permanece en nosotras y en los imaginarios culturales que compartimos como proyección colectiva, pero también de manera física en los soportes que la sustentan. Letícia Ramos trabaja en este campo, en el de la inmanencia de la imagen. Lo hace desde lo plausible en términos narrativos y desde lo experimental en términos tecnológicos.

Todo es y está en proceso: la historia, el archivo, y la especulación sobre ambos. Es la forma de abordar algo que desde el ojo y la temporalidad humana parece imposible: el tiempo geológico. El fuego que explota y la luz que se extingue, el viento, el hielo, la erosión en la roca, la acumulación infinita de los granos de tierra en un depósito residual, todo lo que acontece a otros ritmos y en lugares nunca alcanzados, en transformación continua. Una idea hegemónica, antropocéntrica, de fe en el desarrollo y en la capacidad tecnológica ha resumido lo vivible a lo entendible, controlable y reproducible. Para ello no ha tenido reparos en eludir, ocultar e inventar. Letícia Ramos trabaja análogamente en esta dinámica, pero a la inversa, haciendo que la ficción se convierte entonces en revelación.

Todo parece inaprensible, pero para poder acceder a ello, la artista se transforma en científica, inventora, exploradora de mundos ignotos, de tiempos deslocalizados. Su cámara, sus cámaras, construidas con tecnologías rescatadas, combinadas e “ingeniadas” se convierten en seres/ bichos con autonomía y vida propia: frankensteins que nos espejan nuestro grado de otredad, de supuesta monstruosidad. El material filmado, químico o digital, nos llega como capsulas del tiempo, de lo que pudo ser el pasado o lo que nos asombrará en el futuro. Una suerte de espectros y ensoñaciones. Como si miráramos con los ojos entreabiertos.

Todo parece muy imposible. Como si miráramos con los ojos entreabiertos. Hay veces que se aprietan los ojos y la gama que percibimos se vuelve rojiza, y un círculo vibrante, como el recuerdo de mirar fijamente al sol en nuestra retina, tiñe todo. Tonalidad sol caliente: primer viaje por las películas de Letícia Ramos. Por la dureza del cemento urbano paulistano, por la arena del desierto de un planeta aún no descubierto, en la roca del acantilado, temblando sobre la tierra que se abre en el primer gran terremoto relatado, pero no registrado. En otras ocasiones, el interior del parpado nos devuelve la sensación fría de la cavidad del globo ocular. Tonalidad noche fría: segundo viaje por la filmografía de la artista brasileña. Por las islas que cercan el Polo Norte, por la superficie austral de la Antártida, por el fondo del lago del agua más antigua, de los deshielos por venir, hasta volver a la dureza de los objetos arrojados en últimas manifestaciones en São Paulo.

Todo parece muy posible, ahora, en la sala de cine. Esta operación en lo que lo irreal se vuelve probable sirve para que en la producción de Letícia Ramos se cuestione la construcción de la historia y nuestra relación con lo sensible, lo visible y la memoria. La exploración de paisajes evocadoramente limítrofes y al mismo tiempo, también límites en sus posibilidades de existencia, sirve de hilo a modo de aventura maravillosa y nos acerca no tanto a lo desconocido, sino a como lo enfrentamos.

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