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Autodestruirse para existir

Editorial

But, tell me, just what is it that you want to do?

The Wild Angels

Para la generación más joven el cine siempre ha sido un lugar donde descargar la frustración y los sentimientos. Quizás una de las escenas más icónicas a la hora de reflejar este descontento sea la secuencia en que Heavenly Blues de los Wild Angels se enfrenta al cura que oficia el entierro de su amigo cuando este les pregunta qué quieren hacer con su vida. Esta secuencia quedó grabada en la retina y la memoria de los espectadores como un grito para entender a las nuevas generaciones. Sin embargo, más de treinta años separan esta película de la generación de la que hablamos aquí, la milenial. Y es bastante evidente que los paradigmas establecidos entonces no sirven para definir lo que está ocurriendo ahora mismo.

Para empezar a describir el universo creado por los cineastas Caroline Poggi y Jonathan Vinel, es necesario partir de la importancia de lo digital. Internet ya no es un medio de comunicación, sino una forma estética de ver las cosas. Escenarios virtuales donde se pueden descargar historias que sólo ocurren en la mente de nuestros protagonistas, lugares donde todo es modificable y adaptable al usuario. En Martin pleure vemos cómo el protagonista canaliza su ruptura dentro del universo de Grand Theft Auto V en un colapso emocional que pasa de conducir a gran velocidad a estrellarse contra los árboles, y a iniciar una espiral de violencia arbitraria contra los niños. Lo mismo ocurre en Notre amour est assez puissant, donde las secuencias de un tiroteo masivo van acompañadas de una voz que habla de amor. Aquí no hay diferencia entre el hablante y las imágenes, porque el hablante vive en esta realidad. Lo digital, los videojuegos —en este caso— son más reales que la propia realidad física, permitiéndonos canalizar nuestras emociones.

Emociones que, por otro lado, son más violentas. Si hay algo que destaca en el cine de Poggi y Vinel es el uso de la violencia de forma transversal y central en toda su obra. Desde los pequeños relatos piromaniacos de unos niños en Toys on Fire, pasando por el arrebato alado de Chiens, hasta el universo distópico de Jessica Forever, la violencia forma parte de una manera de entender la vida y concebir las relaciones. Una violencia que, por otra parte, no se manifiesta como un impulso descontextualizado o psicótico, sino como una respuesta a la herencia de nuestros padres. Esto se refleja de forma muy explícita en Notre heritage, donde Lucas, el hijo del pornógrafo Pierre Woodman, invita a su amiga Anais a pasar unos días aprovechando que la casa está vacía.

Quizá sea, en parte, el reflejo de nuestros padres lo que genera en nosotros esa violencia, esa necesidad de incendiar todo a nuestro paso para, sobre las cenizas, reconstruir algo nuevo. O quizás eso es lo que hace que esta sea una generación nihilista. Marcada por constantes crisis, económicas y sentimentales, el futuro adulto se ve tan lejano que todas las preocupaciones son las más superficiales posibles... o eso parece. Películas como Bébé colère, aunque revestidas de una estética infantil, sólo reflejan el desapego a un mundo del que no queremos ni pedimos formar parte. Un mundo disfuncional en el que lo único que queremos es la aceptación, sentirnos parte de algo mayor —sea lo que sea.

Entrar en las películas de Caroline Poggi y Jonathan Vinel es aceptar entrar en uno mismo... si se pertenece a esta generación, la milenial. Es entender que lo que estás viendo es una proyección de tus pensamientos más oscuros, una recreación de los episodios que preferirías haber olvidado, una catarsis para entender que no estás solo. Y si no formas parte de esta generación, sólo hay dos opciones: o aceptas tratar de entenderla, o se te abre la puerta... No es necesario. No es necesario. Puedes seguir intentando culparnos de todos los males, pero tú eres el culpable. No pedimos estar aquí, pero tú insististe en traernos a este mundo. Somos el resultado de todos vosotros, y por eso queremos acabar con nosotros mismos.

Brais Romero Suárez