Viva a lubricidade
Editorial
Viva la lubricidad
Somos animales racionales. El primer esfuerzo que hacemos al observar una obra de arte es intentar racionalizarla, encauzarla a través de nuestros conocimientos y prejuicios buscando una compensación que a veces sólo penaliza al propio arte. El cine de Yann González, por el contrario, apela directamente a las vísceras, al lado más estético del ser humano: no quiere explicar la sociedad, las relaciones o la noche; quiere hacernos sentir. Frente a un cine cada vez más explicativo y menos provocador, la noche de Yann nos envuelve en rojo y azul, llevándonos a las sombras de las grandes urbes donde tienen lugar todos los pecados que la ciudad no es capaz de digerir.
Autodefinido como el heredero de Almodóvar, Yann González bebe de todas las referencias posibles. No hay un "modelo a repetir" o un cineasta a imitar, hay un arte y una fuerte intención de conseguir lo máximo posible. Por eso se devora a sí mismo y destruye las referencias para repartirlas por toda su filmografía. Aquí y allá encontraremos rastros y huellas de las películas del director francés, todas ellas explícitas y fácilmente identificables. Como una batidora que nadie quiere acercarse a tapar para que no le salpique, Yann González empapa, mancha y esparce los ídolos aplastados en un cine fragmentado, pero detrás del cual se erige un autor evidente.
El mundo creativo de Yann González es el mundo de la noche. Una noche en la que los cuerpos se confunden sobre el escenario y en la que el físico importa poco, o nada, al lado de lo carnal. En Les îles vemos cómo un ser deforme se une a una pareja en una cama. Más tarde, en la misma película, vemos cómo un parque de noche se convierte en el escenario de una masturbación en grupo. Imágenes violentas para el espectador que ve señalados sus propios prejuicios ante secuencias puramente hedonistas. No hay diferencias en el cine de Yann González, la práctica nos une a todos.
Si el fin de la vida es gozarla, los pensamientos posesivos tampoco tienen cabida. Así, el amor entre Anne y Loïs en Un couteau dans le coeur no puede prosperar porque implica la posesión de la persona amada; del mismo modo que Ali le recuerda a Matthias al principio de la prueba en Le recontres d'après minuit que "esta noche no puede ser dulce". Yann González apela a la libertad de autodefinición y autoexploración. Sólo nosotros mismos podemos etiquetarnos en la forma en que nos sentimos, y sólo nosotros mismos somos los dueños de nuestro cuerpo y de nuestras acciones. Los de fuera son, y serán, los otros.
By the Kiss nos muestra un bucle de pasión: una mujer, contra una pared, recibe a diferentes amantes sin tiempo de respirar. El placer se torna dolor. Ya no recibe, soporta. El cine de Yann Gonzalez se mueve como un metrónomo, entre dolor y placer. Una y otra vez. Igual que una y otra vez podemos hablar de la noche, del sexo, de la violencia o del subterráneo/underground. Podemos seguir poniendo etiquetas a lo indescriptible y, además, seguiremos haciéndole un flaco favor a lo que es una experiencia hiper-estetizada donde el placer es el fin último. Si conoces la contraseña, puedes cruzar la puerta y entrar en este extraño y exclusivo lugar donde, entre la oscuridad, se acepta nuestro lado más carnal y animal.
Brais Romero Suárez